Este interesante libro recoge 26 experimentos
mentales más famosos de la historia. Antes
de adentrarme en uno de ellos, expliquemos qué es un experimento mental. Es un
recurso que tiene la imaginación y que se emplea en la investigación de la
naturaleza de las cosas. Como se puede intuir, estos experimentos no proceden
de observación o experimentación física. Lo más curioso es que todas las
ciencias modernas se sustentan, en parte, de estos experimentos.
Me voy a centrar en el capítulo
llamado “C de caníbal ejemplificado por
Santo Tomás”. Este experimento fue propuesto por Bertrand Russel en su “Historia de la filosofía occidental”. Fue
un filósofo, matemático, lógico y escritor británico que vivió desde 1872 hasta
1970.
Este capítulo trata sobre la idea
de que si un caníbal sólo se alimenta de carne humana cada parte de su cuerpo pertenece
a la de otra persona. Entonces, el día del Juicio Final (en el que se supone
que todos resucitaremos) si le diéramos todos los átomos a sus dueños
verdaderos, quitándoselos a los caníbales que se lo han comido, ¿qué cuerpo tendría
el caníbal? Este problema fue tratado por Santo Tomás de Aquino y, a continuación,
veremos las posibles soluciones a esta pregunta a lo largo de la historia.
Haciendo un análisis exhaustivo
sobre esta cuestión deberíamos empezar diciendo que Santo Tomás de Aquino fue
el filósofo oficial de la Iglesia católica y que discute sobre este tema en su
Libro IV de la “Suma contra los gentiles”.
Como dije anteriormente, el día del Juicio Final los católicos creen que
resucitaremos con vieja materia mortal, y a partir de ahí se envuelve el
problema y las posible soluciones. El primero que debemos apuntar sería el
propio Santo Tomás, según el que la identidad no depende de tener las mismas partículas,
ya que nuestro cuerpo experimenta diariamente cambios. Entonces, podríamos decir,
que el caníbal y sus víctimas tendrán un cuerpo ese día y no tiene que tener la
misma materia que cuando murieron. Russell piensa que estas víctimas no
deberían ser castigadas sin su cuerpo por culpa de caníbales y opina que toda
esta problemática fue tratada perfectamente por las personas que veremos a continuación:
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Atenágoras, un pensador cristiano, pensó que
esto afecta claramente a los que creen en la vida después de la muerte, y que,
en realidad, todos formamos parte de una gran cadena alimenticia, lo que ejemplifica
con nuestro propio cuerpo. Este ejemplo se basa en que, si después de la muerte,
nuestro cuerpo es comido por gusanos y demás criaturas y éstas, a su vez, más
tarde se las comerán otros humanos, los últimos tienen la materia del cuerpo
que las criaturas se comieron. Entonces, llegamos a otro problema, puede que no
haya suficiente materia para que todos resucitemos. Su respuesta fue
contundente: los átomos humanos no son asimilables
como comida. Esto es algo que no convence mucho ya que sino los caníbales serían
seres demacrados.
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Orígenes, un siglo más tarde, llegó a una mejor conclusión
que la del anterior. Este teólogo pensó que para resucitar no hacía falta que
tengamos la misma materia, sino, simplemente, tener un cuerpo que se le parezca.
Esto es, que tenemos que esperar que nuestro cuerpo tenga la misma forma, pero
no la misma materia.
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Una vez llegamos aquí, pensamos en el Fedón, libro que escribió Platón en el
que existe un diálogo entre ambos. Gracias a este libro nos ha llegado la opinión
que Sócrates tenía sobre la vida tras la muerte. Éste pensó que sería ahí
cuando sería realmente libre, aunque, más tarde, Aristóteles dijo que era
imposible sobrevivir sin las funciones físicas.
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Aunque puede que lo mejor sea pensar que lo que
realmente sobrevive es una especie de ego metafísico, una construcción
psicológica. Esta es la conclusión de Avicena que argumentó que el cuerpo sólo
era esencial en un primer momento para poder crear nuestra identidad, pero que
luego ésta ya no depende del cuerpo para seguir existiendo.
Esta es la evolución y la conclusión
a la que se llega de la problemática pregunta planteada en su día por Santo
Tomás de Aquino. En mi opinión, la solución estaría a favor de este último
filósofo, ya que el cuerpo nos sirve para realizar todo lo que se cuece en nuestra
cabeza, pero después de la muerte, no necesitaríamos ni dientes, ni estómago,
ni manos, ni pies ni nada, porque estas partes del cuerpo solo reaccionan ante
órdenes de nuestro cerebro. Todo esto contradeciría a Orígenes, ya que si no
tenemos estas partes, no tendríamos una misma forma. Pero creo que lo más acertado
sería pensar como Avicena, aunque, todo esto suponiendo que el día del Juicio Final de verdad resucitáramos...
Me gustaría poder leer el libro completo en pdf ya que en el pais dónde resido no se encuentra, si usted lo tiene me lo podría hacer llegar a mi mail?, gracias de antemano y muy buena reseña
ResponderEliminarEs camilacevedop@gmail.com
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